Consideraciones de los lectores

 Escribir y autoeditar un libro no es tarea sencilla. Reunir en un mismo volumen un abanico de voces para contar esta historia, tampoco. Todo eso hizo nuestro amigo Horacio A. Walter en este libro: "De Aldeas y Colonias: cuaderno de viaje al corazón de los Alemanes del Volga". Y acá la palabra corazón abre a todos los sentidos posibles: al centro, al latir, a la amorosidad...Agradezco la generosidad de Horacio por invitarme a contar algunas ideas y sentires en él, cómo también agradezco la posibilidad de escuchar otras voces en este eco común que nos une. Hoy el libro se presenta en La Plata, en un sitio precioso con aires catalanes y corazón (otra vez ese latir) diverso y amoroso. No lo puedo acompañar porque estoy lejos (en ese mar de la foto) pero él sabe que estaremos cerca... remando con él, atravesando el mapa para llegar al corazón. Margarita Sacks  - Puerto Madryn -  11-11-2023

 Hola Horacio. Cómo te va? En este momento acabo de dejar el libro para llamarte por teléfono. Ando por las sierras de Córdoba que me ha resultado un marco especial para la lectura de tu libro el que me acompañó y que vuelvo a hojearlo para tomar nota y seguir tus referencias para leer otras cosas. Es como leer dos libros. La historia y los testimonios, que te permiten ponernos en contacto con la historia de las colonias y con la historia de nuestro país. Hay algunos testimonios que son brillantes, otros son un poco mas llanos pero no menos enriquecedores y también cargados de emoción. La, verdad es que me resultó un libro maravilloso. Mil gracias. Deseo encontrarte para que me lo dediques. Te mando un saludo grande. Nora Yacquier. Pigüé. 17 – 11- 2023

Te felicito Horacio..! Gran escritor de nuestra historia y que nunca dejas de difundirla..muchos éxitos ..! Gracias profesor..! Margarita Hollman – Magdalena -

Grande Horacio A. Walter! Congratulations from Sicily. Yolanda María

Felicitaciones Horacio muchos éxitos. Susanita Ferreyra.

Excelente trabajo de investigación!!! Mis más sinceras felicitaciones, Gladys Meyer

YA TENGO EN MI PODER EL ÚLTIMO LIBRO EDITADO POR NUESTRO QUERIDO HORACIO WALTER, EN EL QUE TAMBIÉN PARTICIPAMOS CON UN PEQUEÑO APORTE OTROS DE LA COLECTIVIDAD. GRACIAS POR TU GENEROSIDAD EN OBSEQUIÁRMELO. Silvia Reichel Schimpf

Ya en mi poder!! Gracias Horacio por darnos una alegría más con este Libro! Un abrazo, saludos! Ester Heit – Colonia Hinojo 

Hola Horacio, muchas gracias por el envío del libro “De Aldeas y Colonias”, con contenido innovador y enriquecedor. Muchas felicidades. Amando Gassmann

COMO LAS REDES VAN TEJIENDO LA TRAMA, HOY RECIBÍ ESTE LIBRO "DE ALDEAS Y COLONIAS. CUADERNO DE VIAJE AL CORAZÓN DE LOS ALEMANES DEL VOLGA"QUE ME ENVÍO Y OBSEQUIÓ SU AUTOR Horacio A. Walter , ME LO ENTREGÓ Norma Schwindt Günther EN EL TALLER DE EXTENSIÓN QUE REALIZAMOS HOY EN COLONIA HINOJO!! GRACIAS HORACIO POR CONVOCARME A COMPARTIR MI TESTIMONIO. VA UNA PORCIÓN EN ESTE TESTIMONIO DE MI HISTORIA, DE MIS ANCESTROS. GRACIAS!!!Karina Block .- Colonia Nievas

Felicitaciones, lamento no haber asistido. Pero pronto me encontraré con el libro. Estela Blindt

Sos un crack Horacio! Disfruté mucho la presentación, sos un gran docente, se aprende mucho escuchándote. Gracias Alejandro Córsico.

Una alegría Horacio poder compartir contigo está transferencia cultural, ahora continuara la tarea de nosotros, los lectores que haremos honor a tu obra y quizá nos volveremos a reunir para debatir sobre el tema Héctor Ziegler.

Ya tengo el libro conmigo. ¡Hermoso! Todavía no he podido leerlo todo, pero sí leí la introducción y me encantó: es una síntesis perfecta del modo en que ha sido construido y constructivo tu trabajo. Te agradezco una vez más la invitación, y ahora también tu amable dedicatoria. Como me pediste, te mando una foto. Muchos (más) éxitos y un abrazo, Yolanda Ypperdinger.

Cuánto me alegro del EXITO.CORONANDO TUS INVESTIGACIONES ENTREVISTAS VIAJES.....ESTOY LEYENDO EL LIBRO....MUY CARO A LOS SENTIMIENTOS DE LOS VOLGUENSES. TE FELUCITO DE TODO CORAZÓN. Liliana Escuarchi

Felicitaciones Horacio!! Muy interesante trabajo de investigación!! Te esperamos por aquí para la presentación!! Saludos María de Tanco

Felicitaciones Horacio A. Walter . Será un placer, como siempre, entrar en el libro y encontrar datos y detalles de nuestro origen. Felicitaciones. Norma Becher

Una experiencia hermosa, el primer paso de un próspero recorrido para esta nueva obra. Gracias Horacio por haberme permitido formar parte. Adrián Lorea.

Un encuentro de aprendizaje y amistad, como preludio de la ceremonia de la lectura de un libro. Paradigma que revive con cada escritor que, cómo Horacio, nos lleva a la extraordinaria fantasía de ver y sentir el mundo que narra,sueña o describe. Felicitaciones. Hugo Rivelli.

Todos son muy lindas historia sobre los alemanes del volga. Juana Verónica Schmidt.

Fue un excelente propuesta, un momento cultural único!!! Felicitaciones Horacio y a todos los colaboradores de lo que escuchamos....y deleitamos también con la rica comida!!! Rosita Torres. Casal Catalan.

Buen día Horacio!!!Cuánto lamento no poder estar hoy en la presentación de tu libro. Te deseo el mayor de los éxitos. La cultura y la historia de los Alemanes del Volga que se relata en cada libro expresa nuestra IDENTIDAD. Un abrazo. Mariano Baimler

Con gran alegría he recibido el libro: De aldeas y colonias. Agradezco el gesto de compartirlo. Ya me he puesto a leerlo. Es de fácil lectura. Escrito con sencilla y buen poder de síntesis y de definiciones. Es para mi, al no conocer personalmente los pueblos alemanes de la Provincia de Buenos Aires, una animada descripción de esas colonias desde su origen hasta hoy con sus costumbres, su evolución, su historia y su gente. Llegará luego la lectura de las aldeas de Entre Ríos, del Chaco,... y los testimonios. Además de felicitarte, estoy convencido que muchos lectores estarán prontos a disfrutar de sus páginas. Desde ya muchísimas gracias por la atención. Un abrazo en el Señor. Mario Gassmann s.c.

 Estimado Profesor, agradezco mucho por el envío de la obra "De Aldeas y Colonias" que Ud ha autorizado mediante el querido amigo Francisco. Durante el tiempo en que estuve como director escolar y de cultura en el Consulado General de Italia en Bahía Blanca tuve la oportunidad de viajar algunas veces a los cercanos lugares de los Alemanes del Volga, manteniendo el deseo de profundizar la historia de estas poblaciones cuando fuera posible. Gracias a Su preciosa Obra creo que ha llegado el momento. También agradezco a José Francisco por su colaboración y por la amistad. Apenas sea posible enviaré apreciaciones y comentarios. Nuevamente agradecido, deseo bien y serenidad, saludando cordialmente. Me permito un fraternal abrazo. Prof. Sante Beltramelli, 

 

 

Galeria


 

Testimonios

https://docs.google.com/presentation/d/1AEyBuv2srjdGDYIb60zDHx6Tzg9gy684/edit?usp=sharing&ouid=112072937975088311922&rtpof=true&sd=true


A lo largo de este emotivo viaje fue importante investigar sobre colorido de las distintas voces y recoger diversos testimonios de la problemática de la vida cotidiana de sus habitantes y de los descendientes en general. Voces y testimonios valiosos por sus contenidos, por sus perspectivas y por los autores elegidos para hablar de sus saberes y quehaceres.

La diversidad de temas y personas, hombres y mujeres, distintas personalidades de muchos lugares del país, modos de ver y pensar originales se hacen presentes junto a mis páginas, compartiendo la pasión por el rescate de la historia y la cultura que nos han dejado nuestros ancestros.

Todas estas voces y estos testimonios que he elegido están vinculados a la vida de la comunidad. Por ello resulta importante que todas las miradas de los otros se encuentren presentes. He invitado a distintas personas que han contestado los siguientes mini reportes, no sólo tienen una vinculación con el tema del que hablan, sino que, a la vez, son respetados y queridos en la comunidad por la misma razón.

clickee en el siguiente link para ir a la presentación de Testimonios y luego hacer click en Presentación

https://docs.google.com/presentation/d/1AEyBuv2srjdGDYIb60zDHx6Tzg9gy684/edit?usp=sharing&ouid=112072937975088311922&rtpof=true&sd=true

La Escalera y su añoranza

 

            Baixant de la font del gat, una noia, una noia”. Cantábamos tomadas de la mano, subiendo y bajando el primer peldaño de la escalera, al ritmo frenético de nuestra ronda.

             Baixant de la font del gat, una noia i un soldat”. En un baile interminable, cuatro niñas, con vestidos blancos hasta la rodilla y zapatitos de cuero, lográbamos inundar la escalera de risas y canciones.

            Pregunteu– li com se diu: Marieta, Marieta, pregunteu– li como se diu: Marieta de l´ull viu[1]. El ritmo no tenía pausa ni fin. Sería la última vez que cantaríamos juntas esa ronda. Al día siguiente, iniciaría con mis padres un viaje sin retorno a la Argentina y, como un último intento de alegría compartida, acentuábamos con fuerza cada una de las palabras.

             Baixant de la font del gat”, una y otra vez hasta que, desde el ático al final de la escalera, resonó la voz de mi madre: ¡Montse, que ya es hora!

            No hubo despedidas. Con la agilidad de los cinco años comencé a trepar, a los saltos, los peldaños de esa larga escalera que estaría presente durante toda mi vida. Sabía que, al día siguiente, al bajar con mis padres y todas nuestras maletas, ya no habría más cantos ni rondas ni niñas. Sólo lágrimas y recuerdos.

             Dejé todo arreglado en Argentina. Los hijos, la casa, el trabajo y mis responsabilidades. Esta pausa en una vida de constante trabajo me permitiría saldar la cuenta pendiente con mi extrañeza. Llegamos al amanecer y, unas horas después, andábamos por la ciudad. Llenaba mi vista con los nuevos y viejos colores que la caminata me formulaba. Inhalaba profundamente los aromas y los olores que inundaron la Barcelona de mi niñez. Buscaba recordarlos, aunque, en el fondo de mi corazón, deseaba con absoluta ansiedad llegar hasta la escalera.


            Cuando pasamos por el “Mercado de la Boquerie”, ese intenso caleidoscopio de perfumes y colores, resulté transportada hasta cincuenta años atrás, a un tiempo congelado. Traspasar el gran portal de hierro, con el frenesí de los habituales compradores y con la maravillada sorpresa de los turistas, me permitió recorrer ese pintoresco laberinto tomada del brazo de mi esposo. Lo remplacé mil veces por mi abuelo, por mi padre o por mi madre, con quienes rutinariamente pasábamos a comprar el pescado y las habas, las judías, la carne y la verdura.

            Decidimos salir a las Ramblas. Innumerables imágenes de ese río de gente, alegre y serenamente despreocupada, volvían a transportarme al año 1949. El mismo río, el mismo ritmo, la misma música y ese aire fragante de sardana que que hormigueaba en mis piernas. Flores y más flores y algunos pájaros; mimos y estatuas humanas, artistas callejeros y terrazas de café humeante, donde todos podían detenerse a mirar y a escuchar el abigarrado lenguaje de una multitud en constante movimiento.

            Nos internamos en las calles y las plazoletas del barrio. Edificios reciclados, calles ordenadas, algunas solamente peatonales, llenas de glamoroso encanto, con sus nuevos negocios de bares, restó y casas de alta moda. No encontré mis antiguas callecitas en las que caminaba hasta la plaza de San Jaime o las que recorríamos saltando y brincando con la Nuria, la Roser y la Paquita. Las mismas calles que, ahora, con mucha vida y con un sobrecargado colorido, lograron acunar ese sentimiento de temor, más allá de la ansiedad que no pude sacarme de encima desde que dejé la Argentina. Miedo por reencontrarme, luego de muchos años, con todo lo que significaba la vivienda de mi niñez, de la que hoy jamás tuve noticias. Ansiedad, por las imágenes llenas de emotivos recuerdos o de oscuros fantasmas olvidados. Fue, entonces, cuando apuramos el paso y, luego de algunas vueltas, nos encontramos con el número 30 de la Calle Avignón.

            El asombro se hizo presente en mis ojos en tanto el corazón palpitaba aceleradamente. Nada había cambiado. Los tres pisos de la esquina y el ático estaban ahí, con su pintura vieja y descascarada de color ocre en las paredes, con los grandes ladrillos creando bordes acentuados en las esquinas, con los balcones de hierro despintado llenos de macetas con geranios rojos y morados, con sus amplios ventanales y las cortinas de bolillo. Luego de contactar a los dueños de casa ingresamos para ver el interior. Esa inmensa escalera, que había estado presente en mi vida a lo largo de muchos años, estaba nuevamente ante mis ojos: con sus lozas de mármol color gris, su baranda de hierro forjado y el mismo pasamano de madera lustrada. En la penumbra del hall demoré unos instantes en acostumbrar mi vista. Al hacerlo, advertí la normalidad de la escalera. No era lo inmensa que mi imaginación infantil había magnificado y mantenido en el tiempo y la distancia.

            Me puse a llorar. De emoción. Realmente me encontraba tan conmovida como expectante, ya que se agolpaban recuerdos y sensaciones. Entonces, comparecieron nítidamente las imágenes de mis padres y mis abuelos y el de aquellas niñas cantando una y otra vez: “Baixant de la font del gat, una noia i un soldat”.

            Me senté un instante en uno de los escalones, mientras mi esposo me decía que mirara la cámara, que me relajara, que levantara la cabeza, que sonriera. Su preocupación era congelar ese momento. Me daba cuenta que no podía acompañarlo ya que las lágrimas me superaban. Yo simplemente miraba. El tomaba fotografías tanto como yo quería huir de ese lugar. Cuando me dio la mano para ponerme de pie, comprendí que debía despedirme nuevamente, como lo hice una vez, hacía muchos años.

            Mi vida estaba en Argentina, donde habían quedado mi casa, mi trabajo y mis hijos con sus raíces y sus destinos. Donde había dejado a mi madre que no quiso acompañarme y a mi padre que no pudo verme partir porque él lo había hecho antes. Fue en ese instante, cuando se me presentaron las fugaces instantáneas de todos aquellos años que terminaron por marcar mi añoranza. Instantáneas de mis padres que lo habían dejado todo para embarcarse hacia un nuevo lugar, en busca de rehacer la vida que desearon para sí en Barcelona. Vida de trabajo con silencios de extrañeza, de esfuerzos por los sueños en los hijos. Vida de llantos ocultos porque sus hijos crecían donde se había recuperado el respeto y la esperanza. Una vida en la que nunca pudieron animarse a la pregunta pudorosa de si había sido conveniente migrar para seguir adelante con toda la fuerza o quedarse a masticar un destino insatisfecho. Vida en la que se prohibieron los recuerdos para apagar el dolor con el olvido.

            Sin embargo, la escalera siempre estuvo presente.

            Para mi madre, ya que era su vida, la de todos los días. La preocupación por mantenerla limpia, desde la entrada hasta el ático, varias veces por semana, incluyendo las barandas y el lustrado del pasamano. No puedo olvidar esa imagen bajando los escalones de rodillas, con su delantal en la falda y el pañuelo azul en la cabeza, atendiendo con balde y cepillo, la lejía que repasaba suavemente.

            Para mi padre, serio y preocupado por una nueva vida, porque sólo deseaba ser un peldaño más de esa escalera, por el que sus hijos podrían subir al punto más alto al que desearan llegar. Esa fue la razón de su partida, junto con sus guardados recuerdos que nunca contó y que, seguramente, tuvieron que ver con el dolor de su juventud.

             En ese instante recordé mis correteos por el ático, mi mirada por la ventana a la escuela de arte que quedaba enfrente, donde las estatuas, encerradas en largas columnas, se transformaron en gigantes durante todo el tiempo en el que no volví a verlas.

            Aparecieron, también, el tranvía, los paseos por la Barceloneta y las meriendas en el parque Güell. Pero nunca pude alejar, en la brevedad de ese segundo, las voces de mis amigas que seguían cantando “Pregunteu– li com se diu: Marieta, Marieta, pregunteu– li como se diu: Marieta de l´ull viu”.

 

            Salimos a la calle. Enfrente, las dos estatuas del Centro de Arte, de tamaño natural, observaban con su silencio de piedra la emoción que recién hoy puedo comenzar a contar.–

 



[1] Bajando de la fuente del Gato,

Una novia, una novia:

Bajando de la fuente del Gato,

Una novia y un soldado.

Pregúntenle como se dice,

Marieta, Marieta

Pregúntenle cómo se dice

Marieta, de los ojos azules.

(ronda infantil catalana)

 

CUENTOS

 

Kóser

 

Un ruido ensordecedor comenzó a resonar en el silencio de la tarde. Las torres del castillo, esbeltas e indestructibles, caían abatidas sin posibilidades de defensa. Los atacantes disparaban sus proyectiles directamente hacia sus objetivos y el estruendo del choque se multiplicaba a lo largo y a lo ancho de todo el campo de batalla. Con su griterío y con el polvo levantado, se oscurecía totalmente el sol del mediodía. Los lamentos de los heridos, el fuerte y constante golpeteo de las piedras fue interrumpido cuando se escuchó esa potente voz:

  ¡Miren el bochinche que hacen a la hora de la siesta! ¡Déjense de joder y todos adentro! Fue mi padre quien interrumpió la estruendosa batalla.

Con Santiago ingresamos a la casa y fuimos directamente al dormitorio. Paqui y Juan Carlos salieron por el portón para dirigirse a sus casas. En el fondo del patio quedaron los huesos– torres desparramados, mezclados con las piedras de canto rodado que oficiaron de proyectiles.

Por la noche, nuestro padre nos recriminó haberlos dejado desparramados en el patio. Eran sus “Kóser”, unos huesos disecados de patas de caballo con los que, los domingos después de misa, jugaba con sus amigos. Después de la siesta y antes de irse a trabajar, los juntó, les pasó un trapo para quitar el polvo y los guardó en su caja de madera.

Pasaron muchos años de aquella siesta. Hoy Juan Carlos no está. Paqui vive lejos. Mi hermano tiene ideas difusas en su memoria. Al recordar aquella travesura sigo creyendo que fue una especie de profanación. No puedo olvidar aquel domingo, unos días después de aquel reto, cuando me invitó a jugar en lugar de hacerlo con sus amigos.

Primero me pidió que colocara los huesos en los lugares correspondientes. Así lo hice con veinte de ellos en una línea recta en el fondo del patio. Enfrente y más o menos a unos quince metros de distancia, una cantidad similar. A ambos lados de las filas pusimos uno más en calidad de “guardia”. Realmente, un campo de batalla.

Entonces él tomó cinco huesos y, desde una punta de la cancha, comenzó a lanzar, con mucha precisión, cada uno de los “tiradores”, volteando primero los guardias y, luego, el grupo de los veinte que formaban el frente del enemigo. Cuando realizó sus cinco tiros, quedaban pocos en pie. Fue mi turno.

Mi ataque fue lamentable. Los proyectiles no llegaron a la defensa enemiga. Mi padre, rompiendo las reglas del juego, acercó las filas de los “Kóser” para que, con mis tiros de niño, pudiera voltear algunos de los huesos.

Fueron muchos los domingos que debí utilizar para que pudiera empatarle y, entonces, jugar una revancha. Pasaron muchos más para ganarle.

En el partido final, cada jugador intercambiaba sus tiros con el contrincante para evitar ventajas y, seguramente, para generar el suspenso necesario antes de festejar el triunfo. No recuerdo si fue mi creciente pericia o una oculta ventaja la que me permitió gritar por primera vez la victoria: toda la fila de los huesos de pata de caballo estaban abatidos.

Desde entonces, cada tanto, los despierto de su caja y los acomodo en una cancha imaginaria. A pesar del tiempo transcurrido, nunca aprendí a voltear los “Kóser” con pocos “tiradores” como lo hacía mi padre. –


Bitácora de viaje

 Durante estos los últimos años hemos tenido la suerte de viajar y el tiempo, a la vez, me ha permitido plasmar los mismos no sólo con fotografías sino también con narraciones y comentarios que deseo compartir con Uds.

Sólo que tendrán que linkear la siguiente dirección para dirigirse al lugar donde comparto fotos y narración.

A la derecha de la bitácora encontrarán los lugares visitados y sus fechas.

A disfrutarlos

http://bitacoradeviajedehaw.blogspot.com/

BIENVENIDOS



Me resulta grato unir a todos mis lectores, seguidores y amigos en un solo lugar justamente para que todos los escritos puedan estar juntos, ordenados y a su disposición. Si bien mi temática específica gira alrededor de la Historia y la cultura de los Alemanes del Volga, no puede dejar de incluir otros temas como son la literatura, particularmente narrativa y mis notas de viajero que tienen su novedad y colorido.

Hasta ahora he publicado algunos libros, tengo varios blogs abiertos, participo en redes sociales y mi obra se encuentra disperdigada en cada uno de todos estos lugares.

Con el tiempo y paciencia iré concentrando en este formato todo aquello que al lector, al amigo o al seguidor le pueda parecer importante. Incluso para aquel que por arte de las invitaciones o por haber ingresado en forma desprevenida, pueda encontrar en mis cosas un orden y una casual prolijidad que pueda favorecer su interés, su curiosidad o su necesidad de leerme y conocer quien soy.

Muchas gracias y bienvenidos a este lugar.

Horacio

Agradezco a Jorge Luis Mateu por su colaboración en la construcción de este blog.