El Almendro
Cuando inicié la escritura de “Los Senderos del Wolga” tuve la intención de generar un hecho, un recuerdo, un “leitmotiv” como se dice en el cine, para que por su repetición - como un hilo conductor – fuera marcando la importancia del desarrollo de esta historia. Esa ida se plasmó en el libro con la incorporación de “el almendro”.
“A Katherina se le hizo un nudo en el corazón, en
esa tarde, cuando escuchó de su marido
la noticia de que se iniciaría el viaje. También Magdalena escuchó lo mismo y le pidió a Kaspar que la
acompañara hasta el viejo almendro, ya que deseaba quedarse unos momentos a
solas. Kaspar, con ternura y cuidado, la acompañó y la recostó contra su tronco
casi seco y lleno de pequeños musgos. En ese momento Magdalena irrumpió en llanto. Viendo a su madre desahogarse de sus viejas penas y de la
violencia interna del desprendimiento, preocupado le preguntó que le sucedía.
– ¡Hijo!
Corta una buena rama del almendro y la llevaremos con nosotros. Si crece en la
nueva tierra donde has puesto tu esperanza, significa que todo irá bien
– mientras lloraba como lo hacía ante todo acontecimiento importante – hoy quiero que lleves con nosotros un
recuerdo de nuestra vida en la aldea.
Kaspar cortó una
rama. Con sus hojas y un poco de
tierra la preparó para el arraigo de sus raíces y armando un pequeño paquete,
lo humedeció y lo llevó hacia el carretón. Lo acomodó en un rincón para que no
se estropeara. Pensaba en el almendro y lo asociaba a la esperanza. Pensaba en
la nueva tierra y no dejaba de recordar las lágrimas de su madre, iguales a las
lágrimas de su abuela, a la que, también, debajo del almendro, la había visto
llorar expresando su profundo dolor” (Los Senderos del Wolga, de
Horacio Agustín Walter, 3º ed. El Escriba, 2017, Bs.As.).
Magdalena, la madre
Kaspar muere durante el viaje a Rusia,
en el Mar Báltico y es sepultada en el mar. Cuando Kaspar se instala en la
aldea que comienzan a construir y que se llamará Rothammel, planta su almendro.
La cuida de las primeras nevadas, crece, aumenta su follaje y despliega flores a lo largo de la historia
de la familia Haas que no es otra que la de la migración de los Alemanes del
Volga. Y cuando los hijos se van de su casa, se llevan un gajo o una rama para
plantar el almendro en otra aldea, en otro lugar. Y así, se repite con cada uno
de los miembros de la familia.
Kaspar Haas es el iniciador
de la migración hacia Rusia, en mi novela. Gaspar Haas, un estudiante actual revisa su
historia y comienza a preparar su árbol genealógico en la búsqueda de sus
raíces, descubriendo de este modo la existencia del almendro. Al final del libro,
en una fiesta familiar, parientes y amigos, recibirán una pequeña maceta con un plantín de almendro para ser llevado a
sus casas.
Mi otra novela “Las Flores del Almendro” quiere mostrar
el simbolismo de esta planta que conocimos en la novela anterior. Su belleza,
sus brotes y la vigencia de aquella
profética frase de Magdalena: “Si crece en la nueva tierra donde has puesto
tu esperanza, significa que todo irá bien”.
Gaspar Haas redescubrirá
la historia de los Alemanes del Volga,
en Argentina y también investigará lo sucedido en Rusia. Y el simbolismo de la
esperanza siempre presente. Sólo que en sus recorridos por las aldeas de Rusia
se encontrará con el almendro seco de sus antepasados en la Aldea Rothammel, o
en otros lados, sus plantas marchitas.
Su alegría mayor la tendrá cuando regresa a su país y en casa de un amigo volguense, que años atrás había recibido el souvenir del almendro, ahora tenía una planta hermosa y florecida. “Al abrir la puerta se sorprendió. En un macetón bastante grande lucía un árbol de más de dos metros de altura con una copa frondosa y una creciente floración El sol de la media mañana lo iluminaba en un escenario de magia y fascinación sobre la gran cantidad de flores blancas que el árbol exhibía. Un suave perfume completaba el pequeño paisaje del jardín de Luciano.
– ¿Te acordás? Es el almendro. Han pasado seis años de aquel pequeño souvenir que nos regalaron en Colonia Hinojo. Ahora,
casi a fines del invierno, está lleno de flores” (Las Flores del Almendro,
Horacio Agustín Walter, 2º edición, 2016, El Escriba, Bs.As).
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¿Qué tal, si generamos la costumbre de que en
cada acto que hagamos en público los alemanes del Volga, plantemos un almendro?
De este modo, seremos protagonistas de una nueva tradición: la de disfrutar el
colorido de sus flores entre fin de agosto y comienzo de septiembre, cuando
termina el invierno y nace la primavera. De sentir el perfume de sus flores
blancas y hermosas, de deleitarse con el follaje intenso de muchas tonalidades
de verde.
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